Alexander Selkirk fue un marinero escocés. A principios del siglo XVIII, Mister Selkirk estaba enrolado en un barco corsario que fustigaba las costas de Chile. En octubre de 1704, el barco corsario hizo una escala técnica en una isla deshabitada para aprovisionarse de madera y agua potable, antes de volver a Inglaterra. El barco, un galeón llamado Cinque Ports, había sufrido numerosos daños y Mister Selkirk conminó al capitán a arreglarlo antes de aventurarse en el Cabo de Hornos.
Pero para el capitán Thomas Stradling el marinero no era muy de su agrado. Desde que habían salido de Inglaterra, Selkirk había estado en el centro de todos los intentos de motín a bordo. Rechazó la petición de arreglar el barco. El marinero, preso de la cólera, se negó a continuar de viaje y exigió que se le dejara en la isla.
Ya me imagino al capitán más feliz de una perdiz diciéndole:
-Pues bájate (si tienes un par).
-Pues me bajo (pa' par, los míos).
-Pues vale.
-Pues vale.
Y le bajaron. Una vez en la isla, a Selkirk se ve que no le gustó el paisaje. Vamos, que se dio cuenta de que se había acalorado en la discusión, que el capitán no era tan malo, que tal vez tuviera un pequeño problema de actitud, que quería volver a casa... En definitiva, que había metido la pata.
Arrepentido, pidió volver al barco. Pero el capitán seguía un pelín dolido:
-¿Que ahora el barco te parece bien? Pues antes no era lo suficientemente bueno para ti. O a lo mejor es que no te gustaba la compañía. Eres un egoísta: me quiero bajar, me quiero subir, yo quiero, yo quiero, yo, yo, yo...
-Venga, anda, déjame subir.
-Pues ahora te chinchas. ¿No querías isla abandonada? Pues te vas a hartar.
-Jo.
Y se fue el galeón.
En el fondo, ¡quién lo iba a saber!, fue una suerte. El galeón naufragó y ni pasó el Cabo de Hornos.
Y ya tenemos en la isla a Mister Selkirk, más sólo que la una, acompañado de gatos y cabras, con un mosquete, pólvora, herramientas de carpintería, una navaja y una Biblia. Y tooooodo el tiempo del mundo.
Dos años después de su desembarco, avistó un barco al que le hizo señas para que le rescataran:
-¡Eh, eh! ¡Aquí, aquí! ¡Ah del barco!
-¡Eh, eh! ¡Un hombre allí! ¡Vamos a ver qué se cuenta! Hola, hola. ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? ¿Esas cabras son tuyas? ¿De quién eres?
-Estooooo... ¡Rayos, truenos y centellas! ¡Maldición! ¡Españoles! (Recordemos que era un pirata inglés que atacaba intereses españoles en la costa chilena.) Pues nada. Que estaba por aquí... que iba en un barco... que naufragó... y las mareas caprichosas me trajeron aquí... y mira cómo me veo... que llevo aquí dos años... que si me podéis acercar a la costa... me da igual cuál sea...
-Ya, ya. ¿Dos años? Huy, hace dos años hubo unos piratas ingleses malos... Oye, ¿cómo se llamaba el barco tuyo que naufragó?
-¡Uf! Hace tanto tiempo que no me acuerdo. Con el sol que hace aquí, a lo peor he cogido una insolación y se me ha ido la memoria... o algo...
-Tú tienes acento inglés... ¿tú no serás un pirata inglés de ésos que nos atacaba?
-¿Quién, yo? ¿Inglés? ¡Voto a tal! ¡Soy escocés, of course!
-¿Qué más da? Eres de la pérfida Albión. ¡Te hemos pillado, malandrín! ¡Disparad!
Y tuvo que correr y esconderse porque empezó a caerle una nube de balas. Ni que decir tiene que el barco se fue y le dejaron allí, vivo, y solo one more time.
Dos años y cuatro meses después, el capitán de su capitán... Veamos, el capitán del galeón de Selkirk pertenecía a un grupo de barcos que capitaneaba Woodes Rogers. Este hombre acertó a pasar por la isla donde estaba Selkirk y le salvó, tras 4 años y 4 meses, y además, le dio la capitanía de un navío que habían capturado. Recordando la hospitalidad española, volvió a piratear por la costa chilena y peruana y volvió rico a Londres en 1711.
Fue entrevistado por un periodista, que publicó su peripecia ese mismo año en el periódico The Englishman. Pero nunca volvió a ser el mismo. Gustaba de estar solo, se relacionaba con poca gente. Al final, se volvió a enrolar en un barco y murió, al parecer, de fiebre amarilla en 1721.
La historia fue muy conocida y se considera cierto que Daniel Defoe se inspirara en la experiencia de Selkirk para escribir su novela Robinson Crusoe.
La isla donde estuvo Selkirk pertenece al archipiélago de Juan Fernández, en el Pacífico, a 600 km de la costa de Chile, que se compone de dos islas y varios islotes. La isla donde estuvo se llamaba Isla Más Atierra, que fue rebautizada en 1966 como Isla Robinson Crusoe. La otra isla, que el náufrago ni vio, se llamaba Isla Más Afuera, y se rebautizó también como Isla Alejandro Selkirk, también el 1966 como homenaje.
La isla Robinson Crusoe vista desde un bote. Imagen de Wikimedia Commons.
Claro está, nada de humor tuvo que haber en la historia del náufrago.
Como colofón y curiosidad: La isla fue refugio de marinos y piratas durante muchos años. Existe la leyenda de que está allí el Tesoro de Juan Fernández, que fue enterrado en 1715 por el marino Juan Esteban Ubilla y Echeverría, y posteriormente encontrado, desenterrado y vuelto a enterrar por el navegante inglés Cornelius Webb. ¿Qué puede tener de especial? 600 barriles de oro, valorados en unos 10.000 millones de dólares, doce anillos papales, la Llave del Muro de los Lamentos, la Rosa de los Vientos (una de las joyas más famosas, al parecer). De estos dos elementos, nada he encontrado en Internet (¡lástima!). También forma parte de la leyenda que habría parte de los tesoros del Imperio Inca, incluyendo el collar de la mujer de Atahualpa, decimotercer y último emperador Inca. En 2005, un robot georadar podría haber encontrado ese tesoro, pero la burocracia y la dilatación en decidir quién saca el tesoro, ha hecho que se dude de los resultados del robot y que no se haga nada. (!!!)
Fuentes: las Wikipedias en francés, español e inglés. La foto que hay en medio pertenece a una estatuilla de Alexander Selkirk de verdad. Está en Wikimedia Commons. ¿A que da cosa?