Los seres circulares

Hace mucho, mucho tiempo eran tres los posibles sexos de las personas: masculino, femenino y el que participaba de los dos, que era llamado andrógino (andro-gino, 'hombre-mujer'). Estos seres eran redondos con cuatro manos y cuatro piernas. Sobre un mismo cuello, una cabeza con dos rostros mirando en sentidos opuestos. Caminaba erguido y, si quería correr, rodaba como los acróbatas, apoyándose en sus ocho extremidades.

Todos estos seres circulares eran fuertes y vigorosos y, desgraciadamente, también muy orgullosos. Así, tuvieron la osadía de maquinar contra los dioses y quisieron subir al cielo para luchar contra ellos.

Fue descubierta su traición y los dioses pensaron qué hacer con ellos. No querían arrasarlos y destruirlos, porque estos humanos les adoraban y les hacían sacrificios; pero tampoco podían dejarlos sin un severo castigo. Zeus halló la solución: «Me parece que tengo el medio de cómo podrían seguir existiendo los hombres y, a la vez, cesar de su desenfreno haciéndolos más débiles. Ahora mismo, dijo, los cortaré en dos mitades a cada uno y de esta forma serán a la vez más débiles y más útiles para nosotros por ser más numerosos. Andarán rectos sobre dos piernas y si nos parece que todavía perduran en su insolencia y no quieren permanecer tranquilos, de nuevo, dijo, los cortaré en dos mitades, de modo que caminarán dando saltos sobre una sola pierna.»

Fueron cortados y Apolo les volvió el rostro hacia el corte para que no olvidaran su pecado y les curaba la herida, dejándoles en el medio de la barriga un agujero, llamado ombligo, modelándoles el pecho para que quedara sin arrugas, salvo en la zona de la barriga y del ombligo, para que no olvidaran su anterior forma.

El ser ahora partido en dos, se aferraba a su mitad y no comían por no estar ni un minuto separados el uno del otro. Cuando una de las partes moría de hambre, la mitad que vivía buscaba otra mitad a la que abrazarse y, así, no dejaban de morir humanos.

Viendo esto, Zeus se apiadó de las criaturas y trasladó sus genitales a la parte delantera, pues antes estaban en la opuesta. Así, si una mitad masculina se abrazaba a una mitad femenina, tenían descendencia y continuaba existiendo la raza humana. Si el abrazo era masculino con masculino o femenino con femenino, tenían satisfacción de su contacto, descansaban y luego volvían a sus quehaceres.

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Lo que habéis leído es un resumen muy sucinto de "El Banquete", uno de los diálogos de Platón. Este mito lo pone Platón en boca de Aristófanes, el dramaturgo ateniense. La obra (aquí completa), claro está, es mucho más larga, pero ésta es la parte más conocida.

Un par de curiosidades. Platón, en realidad, era un seudónimo, un mote que significa "el de espalda ancha". Su nombre real era Aristocles Podros.

Y Aristófanes, en su obra Las Nubes (escrita en el 423 antes de Cristo), recoge el gesto de levantar el dedo medio de la mano estando cerrada, como chiste y burla.

Los datos están sacados todos de la Wikipedia, enlazada ya sobre estas líneas.

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